Movimiento y aprendizaje vivido

     El aprendizaje experiencial es aquel que nos llega por medio de lo vivido. Cuando aprendemos mediante la experiencia el aprendizaje es uno que se da de manera natural y suele caracterizarse por ser duradero. Al fin y al cabo es eso lo que se pretende que ocurra con los niños, niñas, jóvenes y adultos que participan de procesos educativos, que lo aprendido permanezca. Así podemos  formar ciudadanos capaces de aprender, capaces de vivir juntos y de construir una sociedad más justa para todos y todas. Para alcanzar estos objetivos desde la Educación hay que tener en cuenta que todos somos diferentes y aprendemos de maneras distintas. De manera que los escenarios educativos tienen como reto el procurar fomentar y promover experiencias de aprendizaje diversas que atiendan las múltiples necesidades de los estudiantes. 

 
 
La danza y el movimiento creativo toman un importante lugar en este contexto. Incorporar la disciplina del baile como parte de la jornada y del ambiente escolar en edades tempranas ayuda a brindarle a los niños y niñas la oportunidad de tener una experiencia de aprendizaje significativo.
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                                                                                                               Foto: Alberik Lázaga

 

     Hace algún tiempo llevo pensando en cómo los distintos espacios educativos, sobre todo en edades tempranas, van dejando cada vez más de lado el tiempo que tienen los estudiantes para el juego y  aquellas experiencias que les enriquezcan en esos aspectos de la formación y el desarrollo que no son necesariamente medibles o cuantificables mediante pruebas y exámenes. Me refiero a aquellas experiencias formativas que más bien van dirigidas al desarrollo de destrezas de índole emocional y afectiva, así como la adquisición de valores y una actitud creativa. 

       

      Un artículo titulado Why young kids learn through movement?  publicado hace algún tiempo en la versión en línea de The Atlantic nos habla de cómo la sala de clase a nivel preescolar se ha vuelto cada vez más hacia lo que son centros de aprendizaje pasivo, en el que cada vez es más marcada la línea entre el trabajo (actividades de aprendizaje formal) y el juego (lo que para Maria Montessori es el verdadero trabajo de los niños). Este enfoque lleva a que los niños pasen la mayoría del tiempo sentados, haciendo tareas y llenando hojas de ejercicios en lugar de estar moviéndose y utilizando sus cuerpos para hacer sentido del mundo mediante la experiencia propia. En este sentido, el juego y el movimiento son importantes como elementos fundamentales del desarrollo de un aprendizaje profundo en estas edades. 

   

        La danza y el movimiento creativo toman un importante lugar en este contexto. Incorporar la disciplina del baile como parte de la jornada y del ambiente escolar en edades tempranas ayuda a brindarle a los niños y niñas la oportunidad de tener una experiencia de aprendizaje significativo. Por medio del baile y el movimiento corporal, los niños y niñas pueden conectar esas ideas y conceptos, que van aprendiendo de manera más formal y académica, con algo que se relaciona con ellos, que pueden sentir y experimentar con sus propios cuerpos. Esto, a partir de una experiencia de actividad física divertida por demás. A través de la danza podemos aprender del mundo que nos rodea, de nosotros mismos y de cómo relacionarnos en armonía con los demás, guiados por las capacidades infinitas de nuestra imaginación. Una experiencia maravillosa que a menudo falta en los programas de educación en general y sobre todo de educación temprana.