Por: Tatiana Rodríguez
Foto por Alberik Lázaga.
Hace algún tiempo llevo reflexionando en torno al tema de la inclusividad dentro de la disciplina de la danza. Pienso en cómo algunos aspectos de nuestra formación pudieron haber sido más saludables y amables con uno y maneras en las que poder filtrar ese conocimiento en la propia práctica de enseñanza. Pienso en cómo moverse es bueno para todos; tanto para individuos aspirantes a bailarines, como para bailarines aspirantes a convertirse en individuos y ciudadanos sensibles y productivos para nuestra sociedad.
Para esto hay que tener en cuenta la diversidad. Tenemos que reconocer que no todos somos iguales ni aprendemos al mismo ritmo.
Miren este artículo de Dance Magazine acerca de por qué puede resultar para algunos bailarines difícil “coger” (aprender y memorizar) las coreografías y combinaciones en clase
Lo cierto es que el nivel de coordinación que se espera de un bailarín es increíble. A veces, quizás hasta lo damos por sentado. En una clase de baile, por ejemplo, el maestro dice una combinación de ejercicios (mensaje auditivo), mientras demuestra algunos pasos (estímulo visual), esto acompañado de un patrón musical que, en cuestión de segundos, el estudiante debe recibir en su cerebro, y traducir en movimientos específicos a su cuerpo para que los músculos ejecuten con precisión y gracia. Añadiéndole a esto las indicaciones y correcciones que va dando el maestro: “Aprieta, rota, baja los hombros, sube los codos, estira, alarga, relaja… sonrisa” y por ahí sigue la lista.
Y eso se repite a lo largo de toda la clase, que viene a convertirse en un conjunto de mini-coreografías que hay que aprender y ejecutar al instante cada vez.
Para algunos estudiantes esto puede resultar más difícil que para otros. Puede llegar a producir incluso un sentimiento grande de frustración si, como menciona Schwartz en su artículo, los maestros no estamos al tanto de que algunos niños/as pueden tener dificultades reales, por ejemplo, de procesamiento auditivo, de atención, entre otros. Soy de las que piensa que con todo se puede trabajar desde el amor y la empatía.
Aquí reproduzco algunas de las recomendaciones del artículo para ayudarnos con la memoria para la ejecución de las coreografías y ejercicios en clase:
1. Usa la tecnología que tienes al alcance. Graba tus coreografías con tu celular, repásalas, ten “voice memos” con secuencias, frases y correcciones. Mira videos de Youtube. Todo lo que puedas.
2. Cuando el maestro pregunte si necesitas verlo una vez más, responde afirmativamente. No te quedes con dudas. Repasa después de la clase con aquel compañero o compañera que lo tiene y lo domina mejor.
3. Escríbelo. El ejercicio táctil combinado con decir en voz alta los pasos te puede ayudar a reafirmarlo todo en tu mente.
4. ¡No marques! Siempre haz los brazos “full out” cuando te estés aprendiendo una combinación o cuando estés repasando.
5. Entrena en estilos distintos. Eso te va a dar más agilidad muscular y te ayuda a incrementar tu dominio de vocabulario.
6. No estás solo. Nunca tengas miedo de comunicarle a tu maestro que todos aprendemos diferente y si tienes alguna dificultad. Al fin y al cabo esto puede ser un reto y un aprendizaje también para el que enseña.
Personalmente siempre me funcionó mucho la número 3. ¡Y el punto 4 es ley!
También puede ayudarte escuchar atentamente a tu maestro y grabar en tu mente su palabras exactas como si fuera una canción, mientras demuestra el ejercicio. A la hora de ejecutar, cantar esa canción en tu mente. Eso me ayuda siempre a, no solo aprender la combinación, sino también aprender los acentos y énfasis que son parte de la dinámica de la combinación.
Finalmente, pase lo que pase, sigue moviéndote. ¡No pares nunca!
Referencia:
https://www.dancemagazine.com/picking-up-choreography-2627069581.html