Por: Tatiana Rodríguez | Dance Dab
Ir por primera vez a tomar una clase de baile puede ser una experiencia desde súper emocionante y divertida hasta estresante para una niña o niño, sobretodo en las edades más tempranas, ya que no todos van a responder de igual forma por muchos factores. Esto dependerá de su edad, madurez, experiencias previas y hasta su personalidad.
Sin embargo, la experiencia que vayan a tener depende grandemente del esfuerzo de preparación previa que hayan hecho los padres o encargados para explicarles a qué se va a enfrentar y qué pueden esperar de esta visita. Por mi experiencia, les puedo dar algunas recomendaciones que pueden ayudar a estar mejor preparados a la hora de asistir con sus hij@s a una clase de prueba y lograr que ese estudiante tenga una experiencia enriquecedora:
1. Háblales un poco antes de llegar: En una clase de ballet, por ejemplo, hay una estructura y una disciplina que deben observar los participantes para su mejor aprovechamiento. Aunque las mismas se refuerzan de distintas maneras a lo largo de la sesión, es de gran ayuda hablarles antes de llegar acerca de cosas sencillas como previamente la importancia de estar muy atentos a las instrucciones de el/la maestra, que no se puede correr por el salón (ya que se pueden dar un golpe) y que va a ser una oportunidad divertida de conocer nuevos amiguitos, por ejemplo.
2. Vestir ropa cómoda/ traer pelo recogido: Traerlos con vestimenta cómoda les permitirá participar de las actividades de la clase con mayor facilidad y libertad de movimiento, facilitando así una mayor integración de ese estudiante con el resto del grupo. Además de que el fin de la clase es que se puedan mover, brincar y saltar sin límites.
3. Ser pacientes: Recuerda que cada niñ@ es un mundo. No todos vana a tener la misma madurez, ni van a reaccionar igual ante la experiencia de ir a un lugar desconocido, con gente nueva por primera vez. Es importante darles el tiempo suficiente de exponerse, familiarizarse y adaptarse a esa nueva disciplina hasta que se convierta en parte de su rutina. Algunos niñ@s entran a la clase desde el primer día como si nada; gozan y disfrutan de principio a fin y se sienten como pez en el agua. Otros, en cambio, se resisten a entrar y participar, y algunos hasta lloran.
Si les damos el tiempo que cada uno necesita, les estamos regalando la oportunidad de descubrir un mundo de posibilidades de desarrollo, aprendizaje y diversión.
Los niños y niñas en esas edades no tienen el criterio ni la madurez para decidir de antemano si algo que no han experimentado les gusta o no. En el peor de los casos, si se negaran a hacer la clase o hasta se pusieran a llorar, no debemos llegar a la conclusión de que no le gusta algo sin que se haya dado la oportunidad de conocerlo. Siempre es conveniente que por lo menos se queden a observar la clase. En la mayoría de estos casos sucede que, al poco tiempo, se van sintiendo más cómodos, y terminan uniéndose y ¡disfrutando de lo lindo.!
Aunque nunca se les debe obligar, nosotros los adultos tenemos el deber de exponer a nuestros niños y niñas a diferentes experiencias que les den la oportunidad de descubrir y desarrollar ese talento especial que todos llevamos dentro.